Elegante, rico y sencillo
A Don "19 - 73"
Se llamaba Rigoberto Solórzano Guarnizo, pero sus empleados lo conocían como don diecinueve siete tres y sus amigos le podían llamar cariñosamente diecinueve siete tres, sin el don o incluso, los más cercanos, diecinueve.
El nombre se debía al número de cuatro cifras que armaba cada uno de los anillos de su mano derecha. En el índice estaba el 1, en el medio iba el 9, en el anular estaba el 7 y el meñique era adornado por el 3.
El orden de los anillos, con sus correspondientes números, se debía a la cifra que estaba impresa en el billete de la lotería de Boyacá gracias a la cual el marica del Rigo se había convertido en don Solórzano, en el doctor Solórzano o, simplemente, en don diecinueve siete tres.
La serie era la 66, pero don Rigoberto siempre creyó que ese número era mejor no tenerlo cerca porque, aunque a él le debía su fortuna, algo habría de tener con el diablo.
Conocí a don diecinueve siete tres un año antes de su muerte. Me encontraba preparando mi tesis sobre el patrimonio cultural para ser presentada ante la Facultad de Derecho de la Universidad de Los Andes.
En mi investigación, me había encontrado con el texto del abogado Martín Carrizosa (hoy socio de Prieto & Carrizosa), titulado "algunas consideraciones sobre las guacas, los tesoros y las especies náufragas" de 1990, el cual me animó a conocer ciertas zonas del país para determinar cuál era la percepción de los guaqueros sobre los bienes que encontraban.
Dos días antes de terminar mi serie de entrevistas, unos hombres que se bajaron rápidamente de sus Pathfinder, me "invitaron" a visitar a El Patrón. Como el protocolo obliga a no negar la amable invitación que un grupo de civiles armados hace a un buen cristiano, subí a sus máquinas.
La casa, según le relataba uno de los matones a una jovencita que iba en el carro, era una réplica exacta de la casa blanca, con una pequeña edificación al lado que imitaba a la perfección la casa-estudio de Gran Hermano.
Creo que su descripción se quedó corta, pues las imitaciones eran tantas, que creo que hubiera necesitado de por lo menos tres meses para poder identificarlas todas: la entrada imitaba el arco del triunfo, había una torre que venía a cuento de nada que era idéntica al edificio Rockefeller y, de lo poco que recuerdo, el parqueadero era una réplica en miniatura de la Plaza Garibaldi.
Allí estaba él, sentado en una silla de peluche. Hizo dos gestos y los hombres se fueron para dejarnos a solas.
Me preguntó a qué iba a esas tierras y qué eran esas preguntas que hacía a los pobladores. Le expliqué que me encontraba terminando una investigación y le mostré el carné de la Universidad y un librito que trataba sobre el tema.
Los examinó detenidamente y llamó a gritos a Rafael, quien me llevó nuevamente al pueblo.
No hubo nada más, ni una palabra.
El jueves pasado, mientras esperaba que nos llamaran a abordar el vuelo hacia Medellín, leí con pereza los Avisos Fúnebres del periódico y encontré su nombre. Abajito del Solórzano estaba el 1973, que no era su fecha de nacimiento, sino el número que el azaroso destino guardó para que yo pudiera ver la cara a una persona por diez minutos, a la cual le dedicaría, muchos meses después, un post que tal vez ninguno de sus allegados (los que le decían diecinueve, sin el don) llegue a leer.
6 Comments:
Acepto los cargos: soy fatal con las tildes. Mi problema es que me atengo al corrector de Word, el cual sé que falla mucho, como todo lo de Microsoft, y cuando recuerdo alguna palabra que tiene tilde y que no me marca Word, se la pongo. Pero se me pasan muchas. En fin, pido disculpas.
A pesar del pánico que produce la critica despiadada, es inevitable la curiosidad acerca de qué imagen tiene uno a partir de lo que escribe y publica en la red. Y es curioso, porque esto empezó como un ejercicio para retomar la costumbre de escribir, perdida tiempo atrás, y terminó convirtiéndose en una hábito mas para agregar a la larga lista de los que tengo.
Entonces, a pesar de que, como dice mi novia, da cosa, acepto la autopsia.
Abrazos.
Otra vez la lesbiana y amarga de Jazz. Solo falta que vuelva a aparecer el marica de Jack. Jueputa, los odio a todos, especialmente a los homosexuales.
Oiga muy bueno su Blog, me gustó mucho lo de los odios porque comparto algunos, otros no.Pero me sorprende que odiamos los mismos personajes de la faranduleta (especialmente a Daniel Samper).
Lo voy a poner en los links de mi Blog si no le molesta.
parce que nota de post, hay gente que de la noche a la mañana le cambia la vida, yo conoco muy de lejos una historia similar, un dia de esto la escribo en blog!!
No tengo nada en contra de los homsexuales, pero si el anonimo ese va a referirse a ellos que sea lo suficientemente hombre para enfrentar y que de la cara. o es que tienen miedos internos?
Hey viejo disculpa por esto pero es que no me gusta la falta de tolerancia, creo que ya es suficiente como está el mundo.
bacano tu blog
Anonymous... tu nos amas... es por que en el fondo sos más loca que la propia Laiza
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